¿Por qué NO al polen negro?

La base del problema

Muchas plantas han desarrollado mecanismos de defensa ante la agresión de los animales que se las comen (fitófagos). Una defensa clásica son las espinas, muy comunes en plantas de zonas desérticas (cactus…); otra las agallas, del roble, los rosales… Y otra muy eficaz es producir sustancias tóxicas que acumula en diferentes partes de su organismo: hojas, frutos, néctar, polen… Estas sustancias pueden provocar intoxicaciones de diferente nivel en determinados animales, no en todos, que aprenden a respetarlas.

Un grupo de estas sustancias tóxicas es el de los alcaloides pirrolizidínicos (acrónimo «PA», o también «AP»), del inglés Pyrrolizidine alkaloids (PA), algunos de ellos, a las dosis correspondientes, producen daños hepáticos, son cancerígenos… en animales forrajeros su consumo puede causar abortos, pero, claro, una vaca consume de media 14,4 kg de forraje al día…

Diversas plantas de nuestra flora están entre las que han aprendido a producirlos: algunas asteráceas como las varas de oro (Senecio sp), y, sobre todo, las pertenecientes a la familia de las borragináceas. Pero el grupo que realmente puede colocarlos en nuestro camino, por su nivel de acumulación en néctar y polen, y por su abundancia, es el de los chupamieles (argamulas, mamachivas, tajinastes, viboreras, Echium sp).

La UE, en su vigilancia de la salud de los ciudadanos, va marcando una serie de alertas y controles para valorar la importancia de las mismas. Los PA se detectaron en algunas infusiones y de ahí se empezó a sospechar sobre las mieles y pólenes.

En 2008, unos laboratorios de análisis de miel alemanes alertaron a los grandes compradores de miel del supuesto riesgo de presencia de PAs en esta, y promovieron que la UE declarara un nivel máximo para estos compuestos. Esto exigiría, claro está, realizar este nuevo análisis en los lotes, cosa que se comenzó a pedir en el mercado de la miel.

Pero ¿los PAs son realmente peligrosos en la miel?

Como siempre, no teníamos datos propios sobre nuestras mieles.

Para aclarar este tema, la asociación ASEMIEL encargó una serie de trabajos sobre la presencia de estos PAs en nuestras mieles a APINEVADA y Pajuelo Consultores. Las principales conclusiones fueron:

  • Las plantas que aportan más de estos alcaloides en nuestras mieles son las chupamieles, como se ha citado, que pueden producir incluso mieles monoflorales en el centro y sur oeste de la península, con altos contenidos de su polen.
  • Tenemos más de 20 especies de chupamieles, Echium, pero las más importantes son E. plantagineum y E. vulgare
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Foto 1. Chupamieles, Echium sp. Archivo Pajuelo.
  • En las 103 mieles estudiadas, con entre 1 % y 80 % de polen de chupamieles, y entre 100.000 y 2 millones de granos de polen/10 g de miel, y con contenidos de PAs de entre 2 y 237 mg/kg (0,47 mg/kg de media), no siempre las de más polen de chupamieles tenían más PAs; las plantas parecen producir más PAs cuando la meteorología es mala, para defender sus partes verdes, y entonces no suelen dar mucha miel; y, al contrario, los años buenos, que dan miel, las plantas pueden producir menos PAs.
  • Aun considerando la ingesta de un consumidor extremo de miel, no hay riesgo para las personas por los niveles de PAs. Hay que recordar el consumo de miel en España por persona y año es muy bajo (0,8 kg/persona y año) y en Europa, en general, tampoco es mucho mayor.

Estos resultados, y los de otros trabajos semejantes, llevó a la UE aceptar esa última conclusión, y desestimar la propuesta de los laboratorios alemanes de poner un límite máximo de PAs en miel.

Lamentablemente, aquellas lluvias han traído los lodos de que, una pequeña parte del sector comprador de miel, pida aún, análisis de contenidos en APs.

¿Y los PAs en el polen?   

Ese es otro cantar. Aquí tampoco teníamos datos propios publicados en revistas científicas.

En el polen de chupamieles el contenido en PAs es realmente más alto que en las mieles. Y la presión laboratorial del 2008 ha concluido finalmente en una norma legal, el Reglamento (UE) 2020/2040 de la Comisión del 11 de diciembre de 2020, que marca límites de estos alcaloides en hierbas, infusiones, tés…

Y, en los “complementos alimenticios a base de polen, polen y productos a base de polen”, marca un máximo de 500 µg/kg (ppb), y es de obligado cumplimiento desde el pasado julio 2022.  

Para los productores y comerciantes de polen esto plantea un problema, saber si sus partidas cumplen o no, analizando PAs. Muchos clientes ya pedían estas analíticas de cada lote, un gasto que hay que añadir, al análisis de multirresiduos, microbiológico, metales pesados. Pero no es necesario hacerlo en todas las partidas. Si se han ido acumulando datos se puede limitar esa analítica a los lotes de riesgo, los que tengan pelotas de polen de chupamieles y los años con condiciones meteorológicas más adversas.

Por suerte este polen es fácil de identificar a ojo. El color de sus pelotas azul-morado muy oscuro, casi negro, le hace destacar en las cosechas (Fotos 2, 4 y 5). Todo lo más se podrían confundir con las de los rapónchigos, Campanula sp, que son moradas, pero más claras (Foto 3 y 6), y menos abundantes. O, a lo sumo, con algunas de cardos, también moradas, pero aún más claras (Foto 7), y aún menos abundantes.

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Foto 2. Polen rico en chupamieles. Archivo Pajuelo.
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Foto 3. Polen rico en rapónchigo. Archivo Pajuelo
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Fotos 4 y 5. Pelotas de polen de chupamieles, Echium. Archivo Pajuelo.
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Foto 6. Pelotas de polen de rapónchigo. Archivo Pajuelo.
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Foto 7. Pelotas de polen de cardos. Archivo Pajuelo.

Las soluciones

Como siempre, sería muy útil tener más datos del tipo de PAs que tiene el polen que se produce en las diferentes zonas. Relacionarlo con su origen botánico, la zona de producción y la meteorología del año para poder hacer predicciones de riesgo.

Algunos comerciantes de polen han instalado ya hace tiempo máquinas de limpieza que hacen pasar el polen, flotando sobre una corriente de aire, por delante de un identificador de colores, que desvía hacia una salida las pelotas oscuras.

El reglamento ha dejado dos años para adaptar la producción a estas nuevas exigencias. Dadas estas imposiciones legales del mercado, los productores han adoptado la buena práctica de que, cuando en las trampas de polen empiezan a verse pelotas de colores oscuros correspondientes a las chupamieles, dejar de cosecharlo, ya que su valor comercial no compensa.

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